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(Artículos)El Legado de Abraham (la paz sea con él)

EL LEGADO DE ABRAHAM

(LA PAZ SEA CON ÉL)

Por Sumeia Younes

«Sin duda que la primera Casa Sagrada erigida para el género humano es la de Bakka (La Meca), donde reside la bendición, y es guía de la humanidad» (Corán; 3:96)

Se transmitió del Imam As-Sâdiq (P), que cuando le preguntaron respecto a por qué la Casa fue llamada Al-Bait-ul ‘Atîq, respondió (P): “Porque es una Casa libre, liberada de la gente, y nadie es su propietario (y porque es la primera casa sagrada que fue dispuesta para la gente sobre la Tierra)”. [‘Ilal-ush Sharâ’i‘, p. 398]

Se transmitió del Imam Ar-Ridâ (P) que: “Cuando Adán (P) descendió desde el Paraíso a la Tierra, lo hizo sobre la montaña de Abû Qubais, a la que antes llamaban Hind. Atemorizado, se quejó ante Dios, Imponente y Majestuoso, puesto que no oía ni veía allí nada de lo que oía y veía en el Paraíso. Entonces Dios hizo descender hacia él un rubí rojo, que fue colocado en el lugar donde se encuentra hoy la Ka‘bah, al que Adán solía circunvalar, y le agradaba estar cerca de él. La luz del rubí se irradiaba hacia unos lugares precisos, por lo que Adán aprendió los límites de esos lugares en base a la luz del rubí, y Dios Imponente y Majestuoso, dispuso a esos límites como Haram”.



El primero que construyó la Sagrada Ka‘bah fue el Profeta Set, quien lo hizo en vida de su padre, el Profeta Adán –la paz de Dios sea con ambos. Después de haber sido arrasada por el diluvio universal en épocas del Profeta Noé (P), Dios ordenó a Abraham reconstruirla sobre sus cimientos primigenios.

El Hayy abrahámico, el punto de partida.

Después de que fuera salvado de la tiranía de Nimrod y su fuego, al que Dios transformó en frescura y paz, Ibrahim Al-Jalil –con él sea la paz– emigró hacia la tierra de Canaán en Palestina, y tras establecerse allí con su esposa y prima Sara, y su sobrino Lût, descendió para él una revelación que le ordenaba emigrar junto a su esposa Hayar (Agar, quien había sido sirvienta de Sara), y su pequeño niño Ismael, hacia el corazón del desierto árido de la Península Arábiga, subiendo montañas y adentrándose en los valles, para al final llegar a una tierra que iba a ser conocida como la Sagrada Meca, portando consigo los signos de la fe y de la vida hacia esa tierra bendita, la tierra de la paz (ardus salam), el territorio seguro (balad-ul amin), para que en ella habitasen Hayar e Ismael...

Abraham, con su mirada, escudriña aquel inhóspito desierto, ese valle estéril, rodeado de una cadena de montañas desoladoras. Abraham, en un profundo silencio, abre su corazón para que éste pueda contener lo que le fue decretado y dirige su mirada al cielo, elevando sus manos, humildemente, e implora a su Señor: «¡ Señor! He establecido a parte de mi descendencia en un valle sin cultivar, junto a Tu Casa Sagrada, para que, ¡Señor! hagan la oración; dispón pues, en su favor, los corazones humanos ¡Provéeles de frutos! Quizás, así, sean agradecidos.» (14:37).

Y así, Abraham (P) deja a su noble esposa y a su primogénito Ismael en aquel desierto árido, y emprende la marcha. Hayar queda en silencio desconcertada.

Cuando le ve marcharse grita: “¿Acaso Dios te ha ordenado esto?”. Al responderle él afirmativamente, ella dice para sí misma: “Si es así, entonces Allah no nos abandonará”.

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