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(Noticias) Masiva meditación en Palermo


2-12-2013
Más de 10 mil personas fueron ayer a Figueroa Alcorta y Dorrego, convocadas por una ONG. También hubo shows de música y merchandising.


“Somos responsables por las sociedades que creamos. Y si no empezamos por casa, primero tu y luego los que te rodean, vamos a continuar así”. Lejos de culpar a los políticos o de lanzar una proclama antisistema urgente, la maestra de ceremonias Beatriz Goyoaga pide el cambio personal. Más de 10 mil personas, sentadas en el pasto, asienten. “Las pirámides se hacen con cada piedrita”, dice la coordinadora para América latina de la Fundación El Arte de Vivir, que dirigirá la meditación. Poco después de las 18.30 del domingo, los seguidores del gurú nacido en la India Sri Sri Ravi Shankar apoyan espalda con espalda y cierran los ojos. Sus músculos se aflojan, hipnotizados por la voz pausada de Goyoaga. Se olvidan de que, todavía, el mundo es como es. Creen. Empieza la meditación en los casi 30 grados de Figueroa Alcorta y Dorrego. Los bosques de Palermo vibran porque nace un largo y multitudinario “Ooooooommm...”. El mismo ritual se está cumpliendo, en simultáneo, en 100 ciudades del país. La convocatoria se hizo con el lema “Argentina medita”, por una sociedad libre de violencia.

Ayer, la movida empezó temprano, a las 15, con muchos jóvenes y mayor presencia femenina. Hay un acuerdo generalizado: disimular el ego, desear con fuerza la unidad y combinar espiritualidad con bailes y alegría. De a ratos, predominan la música hindú y los mantras de alabación, aunque en la ONG aclaran que lo que propone Shankar está abierto a todos los credos y no es una religión, sino una forma de dejar atrás el estrés y la violencia.

“Esto te llena de energía. Está comprobado que 20 minutos diarios de meditación equivalen a tres horas de sueño”, promete Valeria, una adolescente convencida. “Cuando estás bien, te das cuenta de la bendición que es tener una casa, una ducha con agua caliente, y empezás a sentir la necesidad de compartir”, le explica Clarín Virginia Bodernea, una neuquina de 27 años que apenas llegó a Buenos Aires, lejos de casa, empezó a tomar los cursos de la ONG para respirar pausadamente y calmar la adrenalina. “Las técnicas que aprendí acá hoy me sirven para manejar las presiones laborales”, explica la contadora, que trabaja en una multinacional. Unos metros más allá, una pareja de licenciados en marketing, cancheros como en una publicidad de Lacoste, repiten lo mismo. Frenar la aceleración de la gran ciudad parece ser la clave.

“Respiramos como vivimos, pensando en el futuro y en el pasado. Poner atención en nuestra respiración nos ayuda a enfocar la mente en el ahora. Y las cosas superficiales te dejan de molestar”, asegura Marisa Barrera, una cosmiatra de 66 años que llegó a una sede de Ramos Mejía de la ONG hace tres años, poco después de divorciarse, y encontró su lugar. Ahora, colabora en “Manos que Ayudan”, un programa voluntario de los seguidores de la fundación para llevar ropa y comida a gente en situación de calle. Derrocha alegría y reparte folletos.

Aunque anotarse en el primer nivel del curso que ideó Shankar cuesta 690 pesos, los voluntarios aclaran que hay “becas” y promociones. A nadie le molesta que en un gazebo se vendan CD de meditación, DVD con la doctrina del creador de la agrupación o libros, de entre 45 y 80 pesos. Tampoco las botellitas de agua con el logo de la organización (15 pesos) que quedarán como souvenir. Explican: lo recaudado será para ayudar. Por ejemplo, en el programa Respiración, Agua y Sonido (RAS) en el que voluntarios avanzados van a cárceles y zonas pobres a dar cursos gratuitos.

Se ve gente feliz, gente urbana, que quiere respirar un poco, respirar hondo y sonreír. En un momento, todos se paran y siguen la clase de yoga. En otro, sentados, levantan los brazos para acompañar la música. Un grupo en vivo toca “One Love”, el éxito de Bob Marley, en estilo Chil-Out. Más tarde, toman micrófonos el sacerdote católico Fernando Pugliese, la rabina Graciela Grinberg y el sheij islámico Mohsen Alí. Piden por la paz. “Coincido con las palabras de la rabina”, arranca el Sheij y brota el aplauso más fuerte de la tarde. “Estar acá me llena el alma”, dice Marcos, un comerciante de Flores que dejó atrás un infarto. La inseguridad, la violencia y los problemas económicos parecen un recuerdo. Al menos por un rato.

Fuente: www.clarin.com

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